martes, 9 de noviembre de 2010

La ineficacia de los soñadores (manifiesto del amor)

Esta impronta, que me surge desde las entrañas, carece de todo raciocinio, no es una locura premeditada, son si se quiere, las palabras de un soñador y un soñador no se permite convencerse de las consecuencias de la realidad.

Antes de escribir repase ciertos aspectos, algunos históricos, otros literarios, pero el hilo común que desata estas palabras tiene que ver con ello, con las pasiones. Nadie que haya transitado el camino de la pasión, lo hizo bajo los conceptos de la razón. Cuando se persigue un sueño hay que atreverse a la locura, cuando se persigue un sueño de manera pasional, hay que atreverse a la muerte.

Dirán quizás que en toda realidad mueren los sueños, otros citaran que los sueños son los impulsos de llevar las ideas a la realidad. No es un debate, son solo palabras, ideas que surgen de la misma manera que cae la lluvia, se manifiestan por una sucesión de hechos explicables, sin embargo como los sueños, nadie ha podido detener una tormenta.

Amo escribir, amo escribir de las cosas que amo, amo amar las cosas que amo.

El amor es un sentimiento personal, uno ama algo, no a alguien. Los sentimientos tienen que ver con las percepciones del atardecer, no con la caída del sol.

Me gusta pensar que soy uno de esos, me gusta pensar que soy el que se ve reflejado en otros ojos, no el dueño de esa mirada.

Cuando la pasión se desata, uno es libre. Cuando una idea se desata uno es libre. Cuando uno ama, uno es libre.

Dirán de finales, hablaran de las bifurcaciones, del objeto del amor, Señalaran mi obsesión como algo peligroso, sin embargo prefiero seguir los vientos que me motivan. Descreo que aquellos que palmean mi espalda diciendo que las cosas pasan, que se sigue viviendo, no por falta de sinceridad, sino porque quiero creer que cuando estas personas tienen un sueño, desatan su pasión, elevan su amor como plegaria, detestan las mismas palmadas en la espalda. El amor me eleva, la realidad le da un marco, un sistema de reglas: todos los atardeceres son iguales, sin embargo tengo algunos guardados en mi memoria que nunca terminan en la noche, se eternizan como recuerdos.

Pero los soñadores hemos fracasdo, se han destruido imperios y se ha creado vida persiguiendo sueños, pero el temor nos deja acurrucados, asi que caminamos fingiendo no ceder territorio, pero empezamos a ser lo que debemos ser y no lo que queremos, preferimos la seguridad de no perder, cuando la idea en la vida es jugar no especular en los daños.

Me encuentro extrañando ciertas cosas, ciertas caras y ciertas miradas. Se lo que viví, Se lo que siento, si es poco, innecesario o insuficiente, también lo se. Acúsenme de lo que quieran, pero prefiero seguir caminando precipicios, prefiero sortear mis propias reglas de la realidad, porque aquellos que permiten que la realidad les coma el hígado, aquellos que defienden cualquier postura desde la razon, se que esperan el sueño que los ponga en el precipicio, que los haga saltar aun sabiendo que los espera roca sólida al final de la caída. Es mi manera de amar lo que amo, aun de los que creen que es enfermo, obsesivo o delirante. No puedo dejar de amar las flores por no ser dueño de las primaveras. Tampoco me engaño, escribo sabiendo que todo tiene un final.

Esto no es vivir del pasado, no me puedo detener, eso lo se, mi realidad me lo dicta a diario, mi día tiene 24 horas ineludiblemente, pero hay días pasados que aun hoy no terminan, y no me causan dolor, me roban una sonrisa, me hacen pensar que las cosas buenas pasan si uno las persigue, aun entre sueños.

Eso es lo que quise decir así de largo: Vivir los sueños.

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